La desigualdad de género es el resultado de una construcción social y cultural, con graves consecuencias para la mujer, que arrastramos hasta el día de hoy, a pesar de los avances conseguidos. La brecha salarial, el techo de cristal, una triple jornada (laboral, doméstica y reproductiva), las agresiones sexuales o la terrible lacra de la violencia de género, son ejemplos muy significativos de cómo continúa vigente la desigualdad entre hombres y mujeres.
Una desigualdad que se asienta en un machismo heredado a lo largo de los siglos y cuya eliminación es urgente: la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres necesita medidas para acelerar su conquista.
Para construir unos cimientos sólidos de una sociedad más igualitaria y, por tanto, más justa, debemos ir a la raíz. Es necesario que desde la cuna eduquemos en igualdad a niños y niñas, para desterrar los roles, estereotipos y prejuicios de género, construcciones sociales que sustentan la desigualdad y sus repercusiones.
La familia es el principal agente de socialización primaria de la persona, junto con los centros educativos. Aspectos como los modelos representados por padres y madres, los juguetes, los cuentos o el refuerzo de ciertas conductas según las expectativas de género, pueden crear y reforzar los prejuicios de género. Dichos estereotipos y prejuicios se mantienen en la edad adulta, consolidando una óptica masculina del mundo, en el que las capacidades y oportunidades de las mujeres se desdibujan debido a esa socialización diferenciada por razón de género.
La coeducación, es decir, la educación en igualdad para evitar las discriminaciones o desigualdades por motivo de género, así como la corresponsabilidad en el hogar, consistente en que hombres y mujeres se responsabilicen por igual de las tareas domésticas, son esenciales para desmontar las bases de la desigualdad.
Es necesario mejorar en cantidad y en calidad los recursos y los instrumentos de educación y socialización con el fin de eliminar los comportamientos y actitudes sexistas, y eso pasa por trabajar la igualdad en todas las etapas educativas.
La figura del psicólogo o la psicóloga educativa es la ideal para desarrollar esta labor en los centros escolares, en los que se aborden aspectos como la educación afectivo-sexual, la igualdad, la gestión de las emociones, etc.
Porque solo educando en igualdad desde la infancia conseguiremos superar el machismo en la sociedad.
Junta de Gobierno
Colegio Oficial de Psicólogos de La Rioja